¡Buenas!
Ya era hora de que volvieran las reseñas psicológicas al blog, ¿no? Hoy quiero hablaros de «Presas» de Beatriz Esteban (Nocturna, 2019) que se basa en la experiencia de la autora como voluntaria en la cárcel.
Esta novela cuenta la historia de Azahara, una joven interna del módulo de madres, con su hija Beth, y compañeras como Gabi o Esme. Pero también nos habla de Leire, una joven estudiante de Psicología, que entra como voluntaria a la cárcel como parte del equipo que impartirá una escuela de verano a los internos. Serán su punto de vista crítico y sus ganas de ayudar las que ayuden a los lectores a ver la cárcel de otra forma. Porque se supone que la cárcel es un lugar de reinserción más allá del castigo. Por eso cuesta creer que pasen cosas como las que Bea cuenta en la novela, pero lo cierto es que pasan.
La primera vez que oí hablar de la cárcel, más allá de las series y las películas americanas fue durante el máster de Victimología. El ponente venía a hablarnos de los programas de reinserción para maltratadores, pero antes dedicó gran parte de la clase a hablarnos de cómo era la vida en la cárcel para los internos. Recuerdo que se quedó en los detalles, supongo que por una cuestión de protección de datos. Nos habló de las condiciones de vida allí, los módulos, los diferentes grados que existían, los derechos en cada uno, de la rutina que tenían…, pero no de cómo eran o lo que suponía para ellos todo aquello. Por eso «Presas» me parece una novela tan importante, porque aunque sea desde la ficción, habla de esa realidad que no se cuenta.
En el artículo de hoy quiero hablaros de esas realidades que muestra Azahara, que personalmente tanto me han impactado. Y también transmitiros la esperanza que aporta Leire.
Antes de empezar eso sí, dejar claro que en ningún momento pretendo justificar los delitos de los internos, sólo hablar de lo que supone ingresar en la cárcel. Una vez aclarado esto ¿empezamos?